domingo, 20 de noviembre de 2011

“Mi suegro es un ejemplo de político”




Elegante, simpática, alta, informada, con locución y frases articuladas. Por donde se la mire, Romina Branchesi, casada desde hace dos años con Fernando “Tato” Menem, hijo del ex senador Eduardo Menem y sobrino del ex presidente Carlos, Romina cuenta cómo es pertenecer al círculo íntimo de una de las familias más poderosas y controversiales del país.

¿No le dio algo de “miedito” entrar al clan Menem?

Romina Branchesi: ¿Miedito?, ¿por qué? No, para nada. Conocí a mis suegros en México. Mis suegros son encantadores y nos conocimos de casualidad en un restaurante. Ya estábamos saliendo con Tato, de manera un poco informal todavía, y yo estaba en DF por trabajo. Salí una noche a comer con amigas y los veo sentados en la mesa de enfrente. Lo llamé a Tato y me dijo: “Parate y andá a saludarlos”. Y así hice. Y les encantó. Al otro día los invité a comer a un restaurante árabe y ¡quedé como una reina! Fue una presentación improvisada.

Llegó a ellos sin prejuicios...

Branchesi: Mirá, intento ser una persona poco prejuiciosa. Más cuando con el tiempo fui conociendo a la familia, con la que tengo una relación excelente.

Eduardo Menem siempre tuvo un perfil muy diferente al de su hermano.

Branchesi: Sí, la otra rama es distinta (ríe). Pero claro, es un ex presidente de la Nación, una ex primera dama como Zulemita.

¿Los conoce?

Branchesi: Sí, sí, claro. Tengo una excelente relación con todos. Con Zulemita hemos ido a comer, a Carlos no lo vi muchas veces, pero es super-agradable.

¿Y Carlitos Nahir, con este último episodio del autodisparo en la pierna?

Branchesi: No tengo mucha idea de lo que pasó con Carlitos. Cuando lo encuentro, cuando nos cruzamos en algún lado, re buena onda. Muy respetuoso, como todos los Menem. La familia de Tato me llama “ponja”, por achinada.

¿Cómo ve el modelaje hoy por hoy?

Branchesi: Ahora hay otro tipo de chicas, que no son modelos o que quieren ser algo, no saben qué y se autodenominan modelos. Las mediáticas.

Sí, claro, la frontera entre las modelos y las mediáticas ya casi no existe. ¿Hasta dónde llegaría a exponerse para conseguir mejor trabajo?

Branchesi: No me gusta hablar de Tato y de su familia porque yo tengo una carrera atrás, tengo años en esto, me llaman los mejores diseñadores de la Argentina, trabajé afuera, en tele. Pero, sin embargo, se prefiere que hable de mi familia política. Entiendo las reglas del juego, pero también tengo mis límites. No quiero exponer mi relación, para nada. Si uno quiere ser famoso, hoy es tan fácil... hago un comentario polémico de algo y listo.

Y usted debe tener material para tirar al techo.

Branchesi: ¡Pooouufff! Por eso, podría ser muy fácil para mí, pero me costó tanto llegar donde llegué y lo valoro muchísimo. Aunque llegue a mi casa destruida de cansancio, aunque me haya despertado a las cinco de la mañana, vuelvo feliz. Es mucho sacrificio para que venga una chica de la nada, que se pelea con otra o arma un escándalo (porque es todo armado, yo no creo nada), y de repente cobran en un desfile el doble o el triple que yo o que muchas compañeras que venimos trabajando desde hace años y, encima, abren y cierran una pasada y no son modelos. ¿Qué es lo que pasa? ¿No tienen una familia a la que le dé vergüenza lo que están viendo? Porque yo llego a salir en pelotas en una revista de hombres, y creo que aún hoy mi viejo me pega una cachetada. Yo me crié con mis padres, que se levantaban temprano y se iban a trabajar. Y todo se lo ganaban con trabajo.

¿Sabe muchos secretos de la familia de su marido?

Branchesi: No sé si secretos, pero siempre hay anécdotas familiares, historias de la época menemista. Yo le pregunto muchas cosas a mi suegro porque me parece un hombre superinteresante. Aparte, comencé a interesarme mucho por la política económica a partir de estar en pareja con Tato. Leo los diarios, me interiorizo. Más con el suegro que tengo que es un sabio, no solo desde lo intelectual, también de la vida.

Lo admira.

Branchesi: Muchísimo. Recibió su título de doctor en Derecho Parlamentario, a los 72 años. Es un orgullo, un ejemplo de político para los actuales y para los que vendrán.

Su marido, ¿a qué se dedica?

Branchesi: Es abogado y tiene un estudio con los hermanos. Aparte, tiene una empresa de seguridad. Y es perfil bajo de verdad, no se hace. No le gusta y no quiere exponerse.

¿Es cierto que estudió Oratoria?

Branchesi: Sí, quería sacarme muletillas, ser más natural en cámara, y a veces cuando conduzco no me sale bien. Hace cuatro años comencé con un programa dedicado a las novias y ahora en Canal 26 con una columna semanal en el programa de Karin Cohen, sobre moda y tendencias.

¿Es muy autocrítica?

Branchesi: La peor. Me veo en fotos, en tele, y no me conformo.

¿Cómo se posiciona usted frente a este gobierno?

Branchesi: Durante el menemismo yo era muy chica pero tengo recuerdos: mi papá estaba muy bien, nos compramos el auto, todos teníamos electrodomésticos varios, viajábamos a Miami y a Cancún (ríe). Creo que todos los gobiernos hicieron cosas buenas y malas. Algunos sectores serán favorecidos y otros, no tanto. Pero creo que siempre fue así. Creo que Cristina hizo cosas importantes por el país y otras que no me gustan.

¿Cómo cuales?

Branchesi: Bueno, no me gusta su modo de expresarse en los actos, tan confrontativa. Me parece que tendría que escuchar un poco más a la oposición porque se puede aprender del otro. Creo que hay políticos buenos en la Argentina, que pueden hacer cosas buenas por nuestro país. Bah, eso quiero creer…

¿Lee los diarios?

Branchesi: Sí, leo y escucho mucha radio, mucha AM. A Feinmann, a Fantino, al negro Oro. Me gusta la AM.

¿Estuvo en La Rioja?

Branchesi: Sí, me encanta. Estuve en La Rosadita.

¿Vio la pista de aterrizaje?

Branchesi: ¿Sabés que no la vi?

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