Fin de año: ¿Por qué todo el mundo está nervioso?
Al llegar diciembre el "síndrome del festejo forzoso" sumado a la negación de tomarse un tiempo para la reflexión, pueden influir negativamente en las personas generando diversos malestares.
Fin de año parece haber llegado más rápido de lo que se esperaba. Los compromisos sociales y las presiones producen un efecto casi generalizado en el cambio de conducta y estado de ánimo de las personas. Esto hace que muchos elijan huir prematuramente de vacaciones, mientras que otros sólo se limitan a dar continuidad a las tradiciones familiares.
"No hay que hablar de cambio de conducta, sino del `síndrome del festejo forzoso' que, como cualquier imposición social, genera displacer y malestar", opina la psicóloga Silvia Scheider.
Agrega que es muy poca la gente adulta que se siente feliz cuando llegan las fiestas y que, por lo contrario, muchos las experimentan como algo "bastante ficticio y cansador".
Pero más allá de las celebraciones, para la psicoanalista Olga Munda, el mes de diciembre es tiempo de reflexión y de encuentro, lo que invita a que algunos se detengan a pensar en lo que les ha dejado el año que ya termina.
"Pero la mayoría de las personas prefiere evitar la reflexión acerca de la vida y la muerte. En este tipo de conducta contribuye no sólo la historia personal de cada uno y su tiempo lógico, sino, también, el tipo de estructura social de estos tiempos o lo que los psicoanalistas llamamos: el amo moderno", dice Munda.
Este amo es el "capitalismo rabioso", que tiene por imperativo la masificación de los individuos y su supresión como sujetos a "objetos fácilmente manipulables".
"Su tarea se ve facilitada si a esto se suma que el hombre actual no quiere tomarse el tiempo necesario para pensar y se sube fácilmente al engranaje de la globalización y del mercado", agrega Munda.
Según Scheider, es tan fuerte la presión social ejercida en estas fechas, la incitación al consumo y al festejo, que todos se sienten urgidos por llegar al 31 de diciembre para dejar `cerrados' o `terminados' los asuntos pendientes.
"Esta idea de finalización ritualizada nos da la ilusoria sensación de que algo diferente y beneficioso puede ocurrir, de manera mágica, a partir de enero del año próximo", señala Scheider.
¿Con quién pasamos las fiestas?
Con las fiestas llega el compromiso de organizar los festejos y tomar decisiones que van desde la elección de regalos al número de invitaciones y el lugar de reunión.
"Inconscientemente, las generaciones más jóvenes sienten la necesidad de repetir historias de su infancia. Algunos pueden sentirse satisfechos porque realmente les hace feliz continuar con este modelo aprehendido. En cambio, otros sentirán un malestar al tener que continuar con la tradición familiar, por miedo a cambiar o traicionar al `gran otro' (las generaciones mayores)", subraya Munda.
"Cuando en las familias hay niños, la ilusión del árbol de Navidad y Papá Noel se contagia a los adultos. Pero cuando los chicos crecen o comienza a haber `sillas vacías' --por fallecimientos, divorcios o migraciones--, la `mesa festiva' sólo sirve para hacer presentes las ausencias, lo que genera mucha más angustia que alegría", agrega Scheider.
Mejor consulto al psicólogo.
Ambas profesionales admiten que sus consultorios y teléfonos "estallan" al llegar diciembre.
"Pienso que la demanda aumenta cuando la gente empieza a sentir que se acaba el año y no pudo hacer nada por solucionar sus angustias o sus errores. Esta situación no se desencadena por la posible soledad de fin de año, sino que cada persona se replantea cuestiones que arrastra desde siempre con ella", aclara Munda.
"Aumentan las crisis de todo tipo. Pienso que mucha gente está sola y sufre una gran angustia por no tener la `familia Ingalls' con la que se supone que hay que pasar las fiestas. Asimismo, algunos aprovechan el encuentro forzado de las fiestas para sacar a relucir cuentas pendientes y se reactualizan los conflictos.
"Pero sobre todo existe un sentimiento de inadecuación, de sentirse un `bicho raro' por no tener ganas de festejar ni tener ánimo festivo. Como es época de balances, y no a todo el mundo el balance le arroja un `saldo a favor', es muy grande la discrepancia entre el ideal de felicidad festiva y la propia percepción de los motivos para festejar", concluye Scheider.
Sin embargo, al llegar las 12 de la noche, puede que el instante en que las copas se golpean las presiones y preocupaciones cotidianas se difumen para dar lugar sólo a los buenos deseos.
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