Editorial: ex diputado Nicolás Mercado
El Cepo Colombiano es un suplicio o tortura cuya invención se atribuye a los colombianos de López Matute, que en 1827, se valían de el para descubrir joyas y dinero oculto por los vecinos. López Matute fue un bandido, un hombre sin ideales que vendía su espíritu al mejor postor. Lamadrid, lo asimiló al Ejército para luchar contra los Montoneros. Lo señalado es para que se entienda lo que opino del proceso electoral vivido luego de la gran encuesta que fueron las PASO. Es que el Gobierno Provincial no escatimo esfuerzos en procura de que el pueblo, depositario del poder, los transforme en depositarios de por vida de la voluntad de los riojanos. Conocida la gran encuesta, desde el ejecutivo se abrió un libro para que se inscriban candidatos afines al gobernador, no importando de qué Sector o Partido provengan, la condición fue: la plata del Estado a cambio de ser colectora de Madera-Álvarez, dos noveles y desconocidos dirigentes dentro del partido Justicialista. En este marco se debía potenciar candidatos y en todos los departamentos que elegían diputados, había que dotarlos de las herramientas para someter y, porque no, expropiar la voluntad popular. Algún lúcido dirigente dirá, la voluntad no se compra y la pregunta es: ¿para que se reparte tanto si no tiene efecto electoral?,. En Rosario Vera Peñaloza, los coroneles de Beder, usaron muy bien el Cepo Colombiano, traducido en la práctica, en vales, materiales de construcción, subsidios, becas, viajes de estudio, forraje, casas, autos, y todo lo que pueda algún riojano imaginar. El gobernador se ocupo personalmente de potenciar en cada visita a sus candidatos para polarizar la elección. El helicóptero de la gobernación le quitaba el sueño a los chepeños cada dos siestas, y se decía: hoy lo trae Cristina, hoy lo trae Mario, hoy lo trae Alejandra, y el departamento entendió que era una carrera entre diputados y que debía tomar parte, previa repuesta económica, que lógicamente, el garante de tal promesa era el Ejecutivo Provincial. Se ingresó a la apuesta electoral de los diputados y el que mas recursos aparentaba y ponía crecía. En definitiva no fue una apuesta electoral, sino una apuesta económica que terminó torturando y doblegando a la voluntad popular.
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