En un hecho insólito, en esta ciudad riojana nadie se animó a enfrentar al intendente. (Artículo publicado este sábado, 24 de septiembre, en el diario La Nación)
Por Gabriel Sued | LA NACION
Juana Abrego, maestra de séptimo grado con fama de "estricta", limpia el pizarrón de un aula vacía de la escuela N° 27. Desde allí, aún pueden oírse las risas lejanas de los chicos del turno tarde que ganan la calle. Con una mueca amarga, ella dice que en las últimas elecciones se sintió "estafada". No quería votar al intendente, el peronista Danilo Flores, pero al entrar en el cuarto oscuro confirmó que no tenía opción.
"Unos días antes se había corrido el rumor de que no iba a haber oposición, pero no lo podíamos creer", explica al lado de un pupitre que tiene un corazón atravesado por una flecha.
Aunque cuesta encontrar vecinos que cuestionen al intendente, la maestra no fue la única que pasó por esa situación. Las últimas elecciones locales, el 29 de mayo, quedarán en la historia de este pueblo, cabecera del departamento General San Martín, en el extremo sur de la provincia. En un hecho sin precedente, Flores logró su reelección en comicios en que no se presentó ningún candidato de la oposición. Ganó con el ciento por ciento de los votos positivos, claro, pero obtuvo el apoyo del 66 por ciento de los votantes. El resto no tuvo más remedio que votar en blanco.
"Fue raro. Dio la impresión de que había cosas bajo el poncho", dice la maestra, con las cejas arqueadas, y corre el velo de un misterio sobre el que opositores y oficialistas no se ponen de acuerdo. Para unos, la deserción opositora fue obra de un municipio que administra los fondos públicos de manera clientelar y que absorbe o asfixia a los que se le enfrentan; para otros, el resultado natural de una gestión eficiente y de una oposición desintegrada y con miedo al ridículo.
La polémica se reavivó el 30 de julio pasado, cuando una radio de Córdoba le entregó al intendente una "plaqueta de oro a la popularidad".
Profesor de educación física, de 40 años, Flores asegura que todavía no sale de su asombro. "A mí me habría venido bien algún opositor, porque se enriquecía el debate", sostiene, mientras levanta el brazo para saludar a una vecina que pasa en un ciclomotor. Casado, con tres hijos, llegó al poder en 2003, luego de ganar las elecciones por apenas siete votos. En 2007, ya se impuso con más del 60 por ciento.
"Yo sigo siendo uno más del pueblo. Juego al fútbol con los changos, ando en bicicleta y eso la gente lo percibe", agrega, como buscando una explicación, en la plazoleta de entrada de Ulapes.
Es una localidad de 3500 habitantes (7000 contando las afueras), de clima seco y calles polvorientas. En ellas, el tiempo parece ir en cámara lenta y detenerse por completo a la hora de la siesta. Sólo se la nota vibrar con los partidos de fútbol de la liga local, que se juegan con la cancha rodeada de gente.
Ubicado al pie de una sierra de vegetación oscura y coronada por una gran cruz de hierro blanca, el pueblo está repleto de terrenos baldíos, regados de bolsas de basura y botellas de plástico. Hasta hace algunos años, el motor económico era la cría de cabras y ovejas, pero, con la actividad arrinconada por la falta de agua, hoy cerca del 80 por ciento de los vecinos vive del empleo público.
"Quizá fue importante abrir el municipio y darle más participación a la oposición", arriesga otro argumento el intendente, y cuenta que en 2007 designó secretaria de gobierno a una dirigente que había sido candidata del radicalismo.
Oposición desde 1983, 28 años durante los que gobernó el PJ, la UCR fue una de las fuerzas que este año decidió no presentar candidato a intendente y pelear sólo por los cargos en el Concejo Deliberante, donde el oficialismo se quedó con cinco de los siete integrantes. "La intención no fue dejar el camino libre, pero el aparato municipal es muy fuerte y en el partido no había quién se animara", explica Armando Barrozo, un psicólogo de 38 años que preside el radicalismo local y se postuló para diputado provincial. "Nosotros no tenemos recursos económicos y acá sin colchones ni bolsones de comida es imposible hacer campaña", agrega.
Coincide con él Hugo Lucero, concejal del peronismo disidente, que niega que haya existido un pacto político. "En un departamento sin actividad productiva ni recursos propios, los fondos que bajan de la Nación hacen la diferencia. El tema de las jubilaciones pegó mucho", sostiene.
A unos metros de su casa, una pintada dice: "Un intendente de y para todos. Hugo 2011". El explica que fue una iniciativa, finalmente desechada, de jóvenes de su agrupación, que, como la fuerza del intendente, está alineada con el gobernador Luis Beder Herrera y con la presidenta Cristina Kirchner. "No es que todos estemos con el intendente. Pero si uno se quema una vez, es difícil volver a presentarse", explica.
La pintada fallida de Lucero es una de las pocas que hay en el pueblo. Ante la falta de competencia, Flores casi no hizo campaña y no mandó a estampar su nombre en las paredes. Sólo se ven algunas pintadas de la Presidenta, que aquí obtuvo el 65,5 por ciento.
Tampoco hay propagandas vigentes de Carlos Menem. Aunque salió segundo como candidato a senador nacional en las elecciones primarias, aquí ya parece parte de un pasado algo lejano. Al balneario municipal y al polideportivo local, bautizados con su nombre en los años noventa, ya nadie los llama de esa forma.
En el pueblo, sólo quedan dos pintadas con su nombre. Una, de 2003, cuando se postuló por última vez para la presidencia. La otra es aún más antigua. Sobre una pared blanca descascarada se ve una imagen de su rostro, con pelo largo y patillas, desfiguradas por el paso del tiempo, debajo de una frase que ya casi ni se lee: "Síganme".
"La gente lo quiere, pero son pocos los que lo votan", afirma el concejal "Rody" Flores, hermano mayor del intendente, al que señalan como el verdadero hombre fuerte del municipio. Detalla que, desde que ellos llegaron a la intendencia, se entregaron unas 300 viviendas sociales, donde vive el 20 por ciento de las familias.
En una de ellas, Ivana Montivero, una mujer de 27 años y madre de cinco hijos llegada de una casilla que se inundaba en cada lluvia, jura que Danilo es un "muy buen" intendente.
"Desde que él está -afirma-, se hacen muchas cosas en el pueblo." Mientras tanto, Micaela, de 7 años, participa de una rutina con decenas de chicos de este barrio, que, por repetida, ya parece ensayada: en cada atardecer, se sientan en el cordón de la vereda, cada uno con una netbook blanca y verde, entregada por el gobierno provincial, para captar una señal gratuita de Internet.
Las páginas más visitadas, cuenta el concejal Flores, son las que informan sobre carreras de caballos. Extraño, en un pueblo donde el intendente corrió solo.
DIXIT
"A mí me habría venido bien algún opositor, para enriquecer el debate"
Danilo Flores
Intendente (PJ)