lunes, 31 de agosto de 2009

El modelo minero es peor que el sojero”









La investigadora Maristella Svampa asegura que el gobierno kirchnerista profundizó los beneficios para las empresas que realizan explotación a cielo abierto y advierte sobre la contaminación que provoca

Dice la socióloga Maristella Svampa que muchos la tratan como si fuera Marco Polo. “Es que les traigo noticias de otros mundos”, bromea. Sobre fines de los 90, fue una de las primeras en ocuparse del movimiento de desocupados. Ahora, acaba de editar, junto a Mirta Antonelli, Minería transnacional, narrativas de desarrollo y resistencias sociales, un libro gestado por equipos de investigación de cuatro universidades nacionales (Buenos Aires, Córdoba, Catamarca y General Sarmiento) que se propusieron poner en agenda el tema de la minería a cielo abierto. “Es un conflicto con claras asimetrías. De un lado, las multinacionales en alianza con los gobiernos y, del otro, poblaciones que se oponen al saqueo y la contaminación”.

–¿Por qué un país como la Argentina, sin una tradición minera fuerte, se convirtió en el sexto del mundo en potencial minero?

–Tiene que ver con el nuevo tipo de minería. Los minerales ya no se encuentran bajo la forma de vetas sino que están diseminados, muchos de ellos, en la cordillera y precordillera. Esto lleva a utilizar tecnologías altamente agresivas que devastan el medio ambiente. En la Argentina, existe además un marco impositivo de privilegio que fue sancionado durante el gobierno de Carlos Menem y está vigente.

–¿Qué es la megaminería a cielo abierto?

–Es el proceso que se pone en marcha para obtener los recursos naturales, cada vez más escasos. Dinamitan montañas enteras y utilizan sustancias químicas, como el cianuro, para separar el metal. Para eso, requieren grandes cantidades de agua y energía. El agua va a ser un problema para todos en muy poco tiempo.

–¿Qué tienen en común el modelo minero y el modelo sojero?

–Ambos están ligados a esta nueva distribución global y territorial del capital y presionan por la expansión irracional de las fronteras. Eso lo demuestran los 20 millones de hectáreas de soja y los territorios mineros con soberanía propia, como Pascua Lama de la Barrick, que no es ni chileno ni argentino. El modelo sojero se expandió porque contiene más actores: pequeños, medianos y grandes. Pese a su tendencia a la concentración, tiene una capacidad de integración que el modelo minero no tiene porque no produce derrame alguno. En ese sentido, el modelo minero es peor que el sojero. En la Argentina, existe un imaginario predominantemente agrario que lo asocia con la idea de progreso y que hace muy difícil discutir el modelo sojero. En cambio, las mineras deben construir una mitología en torno al bienestar que produce la actividad.

–¿Cómo describiría a las asambleas ambientalistas que se nuclean en la Unión de Asambleas Ciudadanas?

–Es un movimiento heterogéneo y novedoso que nuclea a quienes luchan contra la minería a cielo abierto y también a quienes combaten el modelo sojero. Son vecinos que se convirtieron en ambientalistas por obligación porque tuvieron que salir a defender su comunidad. Funcionan de manera asamblearia con una gran desconfianza hacia toda forma de institucionalización. Éste es un proceso que surge en el interior más profundo, como sucedió hace doce años con los movimientos piqueteros, y también sufren la criminalización de este tipo de protestas.

–En el libro, afirma que las mineras construyen un saber experto para presentar a los ambientalistas como “bárbaros modernos”.

–El gobernador de San Juan, José Luis Gioja, afirma que la gente es ignorante y que no está informada. Pero, a partir de la experiencia de Esquel, las asambleas construyen un saber independiente. La minería involucra a todos porque tiene mucho impacto en el nivel de vida de las poblaciones: por eso hay hidrólogos, sociólogos, economistas y abogados que están planteando la importancia del derecho ambiental. Suele competir con la economía agrícola, que necesita agua. Bajo La Alumbrera, en Catamarca, consume cien millones de litros de agua por día y esto implica desertificación.

–¿El kirchnerismo produjo algún cambio en este aspecto?

–Al contrario, Kirchner le dio continuidad al modelo minero de Menem y lo afianzó con un gesto muy claro como el veto a la Ley de Glaciares.

Los casos de Perú y Bolivia

“Este proceso tiene una escala regional”, dice Maristella Svampa, que acaba de regresar de Bolivia y Perú. “Perú es una expresión extrema del saqueo y la contaminación. Es líder en inversiones mineras desde la década del 90 y mantiene el mismo marco normativo. Nadie cuestiona la minería como tal porque su historia está ligada al modelo extractivista, pese a que es fuerte la criminalización de las protestas”.

–¿Y qué pasa en Bolivia?

–Los funcionarios de Evo te dicen “Bolivia fue, es y continuará siendo minera”. Sostienen que el desarrollo sólo es posible a través de la explotación de los recursos naturales aunque al servicio de un modelo de redistribución. Convive la pequeña con la mediana y con la gran minería, que se está expandiendo. Evo tiene hacia afuera un discurso de defensa de la naturaleza y de la relación de las comunidades indígenas. Pero hacia adentro, tiene un discurso nacional productivista, que es riesgoso. En los últimos dos meses, decidió la expansión de la frontera hidrocarburífera, sin respetar el derecho de las comunidades, salvaguardada por su nueva Constitución.

–¿Cómo es el caso de Ecuador?

–Hicieron la Constitución más avanzada desde el punto de vista ambiental pero Correa avaló una ley de minería que habilita la expansión de la frontera hacia la Amazonia y tiene en contra a todos las organizaciones campesino-indígenas. Más allá de la inclinación ideológica del gobierno, conservador o de izquierda, tarde o temprano se va a una colisión

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