Ahí donde la tierra riojana se fusiona con el suelo chileno, la reserva Laguna Brava es un paraíso escondido en la cordillera de los Andes.
Ubicada a 450 kilómetros al oeste de la capital, en el departamento Vinchina, Laguna Brava es una reserva natural creada en 1980 para preservar a las comunidades de vicuñas y guanacos. Este oasis tiene una extensión de 5.000 hectáreas y lleva el nombre por ser la mayor laguna de toda la región, con una superficie de 17 kilómetros de largo por cuatro de ancho.
La ruta provincial 26 rumbo norte, conduce hacia el paso internacional Pircas Negras. El camino ya es una atracción, por las cornisas que regalan vistas de vértigo además del pueblo de Vinchina (110 kilómetros de Laguna Brava) y de la Quebrada de La Troya.
Alto Jagüel es un caserío con casas de adobe que despide a los viajantes antes del ingreso a la cordillera.
El destacamento de Guardafaunas toma registro de los visitantes y un baqueano guía en la travesía. De aquí en más, sólo lomadas policromáticas acompañan la excursión, que de vez en cuando se interrumpe por la presencia de guanacos y vicuñas, solitarios habitantes.
La laguna custodiada por altos picos, como el Veladero y el Piscis, el segundo más alto de América, emerge inmensa, teñida por la furia del sol. Un centenar de flamencos da vida a este paisaje inmóvil.
Figuras caprichosas. Otra de las inmensidades vírgenes que acuña la provincia es el cañón de Talampaya.
Hacia el noroeste de la capital provincial, por la ruta nacional 150, y luego de dos horas de viaje empalma con la ruta 76 que conduce al parque.
La acción del tiempo y del viento han tallado figuras de piedra que resplandecen bajo el sol que asoma casi todo el año.
La luna llena ilumina el cielo de plata cinco noches al mes. Esta novedosa manera de conocer el parque permite escapar del ardor del desierto y fotografiar La Catedral, una de las paradas del circuito, con sus agujas góticas bajo la iluminada noche. La excursión dura casi tres horas, y comienza en el acceso principal.
Talampaya forma parte de la Cuenca Triásica de Ischigualasto, una vasta región desértica donde afloran antiguos sedimentos instalados allí desde la era mesozoica, hace 250 millones de años. Los tres circuitos tradicionales insumen un día completo y se hacen con guías y guardaparques. También se puede acceder a distintos sectores del parque en bicicleta como al Gran Cañón, la gigante muralla de 130 metros, a la Chimenea y Los Reyes Magos.
Dosis de vértigo. Para completar este periplo activo, no hay que evadir la Cuesta de Miranda, un trazado serpenteante de 14 kilómetros que desafía al mareo.
La paleta de colores se detiene en el rojo, tonalidad que acompaña gran parte del trayecto de 800 vueltas, que demanda precaución máxima al conducir, para no ser presa de las cornisas y desfiladeros.
El kilómetro 528 de la ruta nacional 40 anuncia el desvío que conduce a Aicuña, diminuta aldea que inaugura el ascenso por la cuesta hacia Chilecito.
El paseo avanza en paralelo a las sierras del Velazco, y a la vuelta de la primera curva, asoma una vista grandiosa de Chilecito. La formación de Los Colorados contrasta con el verde y un cielo diáfano, donde las nubes están ausentes. Un alto en el camino permite deleitar la vista con las nieves eternas del Famatina y los cardones dominan el trazado sinuoso que el río Miranda acompaña el pasar. El vértigo dice presente ante los precipicios que superan los 200 metros de altura, presagio de que el mirador Bordo Atravesado, centinela a 2.020 metros sobre el nivel del mar, está cerca.
Cerca del cielo. El atractivo del vértice sur riojano se condensa en la Quebrada del Cóndor, a 15 kilómetros de la capital, por la ruta 38 y la provincial 29.
Se trata de uno de los pocos apostaderos de cóndores donde se puede sentir el vuelo casi sobre la cabeza, ya que el punto de avistaje está por encima de los dormideros. Un día de suerte regala entre 15 a 20 aves que vuelan simultáneas.
Una de las delicias que propone esta tierra es el vino, producto de uvas bendecidas por un clima perfecto, que combina en la dosis justa, sol, humedad y frío. La Ruta del Vino está integrada por 17 bodegas cuyo polo vitivinícola es Chilecito a 200 kilómetros de la Capital que concentra el 75 por ciento de las bodegas.
El resto está emplazado en Anillaco, Villa Unión y Famatina. Lo particular de este circuito es que marida el arte de la elaboración casera con la tecnología moderna de los grandes productores.
A 150 kilómetros al norte de la ciudad de La Rioja, por ruta 75 se llega a la Costa riojana, al pie de las Sierras de Velazco. Reciben pueblos mínimos en los que pequeños productores rescatan primitivas formas de elaboración.
Ellos idearon un circuito de vinos artesanales, que involucra a ocho establecimientos situados en Sanagasta, Huaco, Agua Blanca y Aminga, entre otros, y son los responsables de la elaboración de vinos caseros.
Postal del pasado. Chilecito, 33 kilómetros al sur de Famatina, conduce al famoso cable carril La Mejicana. Nueve estaciones enclavadas en lo alto de la montaña se esparcen a lo largo de 35 kilómetros. Data de 1905 y fue construida para trasladar oro y plata de las sierras del Famatina a la estación del ferrocarril. En la actualidad, el paisaje y la mina abandonada se convirtieron en particular destino turístico.
Hay excursiones para seguir el tendido del cable, a pie, a caballo, en moto y en vehículos 4x4.
Comentarios