lunes, 2 de abril de 2007

LA CHARITO MAMA DE UN VETERANO CHEPERO










CHEPES, 2 Abril de 2007 - 1982
Con este relato escrito por Azucena “Titina” Gez, docente jubilada, la autora brinda un homenaje a Doña Rosario de Fernández, madre del Francisco Belindo Fernández, maquinista del crucero “ARA General Belgrano”, que pereció en la Guerra de Malvinas.
“La Charito” Doña Rosario, era una madre como tú, como yo, a la que Dios había bendecido con muchos hijos, entre ellos: Hipólito (Polo), Leonidas (Lola), Beatriz (Betty), Cirila (Tita), etc, etc. y Francisco Belindo (Nene), el menor.

Para nosotros sus vecinos, era “Doña Rosario”, que junto a su esposo, oh, casualidad, también se llamaba Rosario, crió a sus hijos con todo sacrificio; era una excelente ama de casa y una madre con mayúsculas, ya que tuvo que terminar de educar a sus hijos prácticamente sola; pues Don Rosario falleció, quedando el menor, “Nene”, de muy corta edad.
De allí que fue más fuerte el lazo de unión entre ella y el hijo menor; el cual se convirtió en su más fiel e inseparable compañero.
Desde muy chico, el “Nene” soñaba con seguir la carrera de marinero, y se las ingenió para conseguir datos e informes que lo condujeron a esas lejanas tierras, y muy joven aún, partió a buscar su derrotero, dejando a “La Charito”, sumida en la más duras de las tristezas, las que fue soportando y atenuando con el correr del tiempo y con las frecuentes y cariñosas cartas que le escribía su hijo predilecto.
“Nene”, ingresó en primera instancia en la Escuela de la Armada Argentina, donde dio rienda suelta a su real vocación, pues muy pronto se convirtió en un reconocido alumno, adquiriendo su perfeccionamiento como maquinista de barco, lo que le permitió en poco tiempo pasar al Crucero General Belgrano.
Cada vez más seguidas eran las cartas acompañadas con pintorescas fotografías que traían el deleite y el consuelo de la amada pero solitaria “Charito”, pero también eran más las oportunidades en las que el “Nene” realizaba visitas a su Chepes natal y a su adorada madre, especialmente en su cumpleaños: el 1º de Mayo.
Doña Rosario, vivía en su casa ubicada sobre la calle Joaquín Víctor González, frente a la hostería del Automóvil Club Argentino, lugar donde por aquellos años (década del 70 y comienzos del 80), paraban las empresas de larga distancia, especialmente SOCASA, que era el transporte que traía la preciosa carga para “La Charito” (regalos de diferentes países del mundo, en especial de Estados Unidos, Brasil, etc.) y que ella junto a Lola, su hija mayor, coleccionaban con todo amor y mucho orgullo; pero mejor era la alegría cuando era el propiamente dicho “Nene” el que bajaba del ómnibus y cruzaba la calle, mientras él veía el brillo emocionado de unos ojos, que a través de una ventana que daba precisamente para ese lado y en algunas ocasiones en frías y calladas madrugadas, horario en que llegaba el SOCASA desde Córdoba.
Fueron pasando los años y fueron contados los 1º de mayo (cumpleaños de “la Charito”) a los que no asistió el “Nene”; él siempre procuraba estar presente y si se encontraba fuera del país, el infaltable telegrama no se dejaba esperar; con la seguridad de que el regalo llegaría en cualquier momento.
Pero el 1º de mayo de 1982 fue distinto para “La Charito”, eran muchos los 1º de mayo que figuraban en su agenda personal y nadie se atrevía a contarle lo que estaba sucediendo en el sur argentino.
Doña Rosario, era una persona que acostumbraba a estar con la radio encendida casi permanente, de allí que sus preguntas no demoraron; ¿dónde estará el “Nene”?, ¿no andará por esos lados, en el conflicto de Malvinas?... la respuesta mentirosa, “no mamá el “Nene” anda por otros lados”.
Pero hubo un interrogante más ese día de su cumpleaños, ¿por qué será que el telegrama no llega?
Y… pasó el día primero y llegó el día dos, el hundimiento del Crucero y el “Nene” como maquinista, que, según los que lo vieron por última vez y pudieron contarlo, había bajado a los dormitorios, sin duda llamado por Dios para “su sueño eterno”.
Fue desde ese instante en que comenzó la larga y triste espera de “La Charito”, fueron muchas las madrugadas que a través de aquella ventana, “La Charito” esperó en vano la caja de sorpresas con regalos o que la diminuta pero firme figura de su querido “Nene”, cruzara los pocos metros que lo separaban de su hogar.
Y, fue así que la sorprendió la muerte y partió de este mundo sólo con el consuelo de una breve nota desde la Armada donde se le agradecía el “haber ofrendado un hijo a la Patria” y la entrega de una fría placa en la que figuraba “Francisco Belindo Fernández. Desaparecido. Por su entrega y amor a la Patria”.
Y así se fue “La Charito”, estrujado su corazón de madre por la larga ausencia e ignorando que su hijo amado había muerto, noticia que fue comunicada, pero que ella nunca recibió, porque su familia se encargó de evitarle el gran dolor”.

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